El cuerpo se ha convertido para muchas personas en el referente más importante de la propia identidad. Los medios de comunicación, las redes sociales y la publicidad relacionan la imagen del cuerpo con conceptos de belleza, bienestar y salud. Hoy en día hay un culto excesivo a la belleza corporal y en ocasiones una obsesión por la salud que busca alcanzar lo imposible: la perfección. La necesidad de un cuerpo o una imagen perfectos resultan muchas veces en diversos trastornos psicológicos.
Cada día se documenta mejor que la práctica regular de una actividad física brinda múltiples beneficios para la salud física y psicológica, y podemos decir que el ejercicio es parte primordial de una vida saludable. El concepto de peso saludable poco a poco se ha enfocado en tener una buena “composición corporal” con suficiente masa muscular y menor porcentaje de grasa. Sin embargo, todo lo positivo de la actividad física podría convertirse en un problema si se realiza a intensidades, frecuencias o condiciones que salgan del contexto no sólo de la salud física, sino también de la salud emocional. Esto principalmente si el objetivo del ejercicio no está dentro de un parámetro saludable.
Veamos primero, ¿desde hace cuánto hay referencias de que la práctica deportiva o el ejercicio se puede convertir en una obsesión? Las primeras referencias las encontramos en el grupo de investigación del psiquiatra Harrison Pope en Estados Unidos, quién describió la vigorexia por primera vez en 1993 mientras investigaba el uso y el abuso de los esteroides en varones que acudían al gimnasio de halterofilia al descubrir que muchos se percibían flacos y pequeños, cuando la realidad era todo lo contrario. A esta alteración se le llamó vigorexia o “anorexia inversa”, ya que compartía características comunes con la anorexia, pero con síntomas inversos a ésta. También se le llamó “complejo de Adonis” en alusión al personaje de la mitología griega que ha sido por mucho tiempo el paradigma de la belleza ideal masculina. En los 90, este trastorno también comenzó a ser conocido como “Dismorfia Muscular”. Para entender por qué este nombre, expliquemos en qué consiste este trastorno.
La dismorfia muscular o vigorexia es una alteración de la imagen corporal; a la persona le preocupa la idea de que su estructura corporal es pequeña o débil, con poca musculatura, la persona percibe incorrectamente su propia imagen. Las personas que padecen este trastorno realizan ejercicio con el objetivo de alcanzar una masa muscular mayor a la que poseen; esto los lleva a la realización excesiva de ejercicio físico, especialmente pesas; pueden dedicar varias horas del día a ir al gimnasio, así como también tener una alimentación restrictiva mediante dietas, suplementos e incluso sustancias prohibidas, todo con el fin de generar más músculo. La vigorexia es una obsesión exagerada de ganar masa muscular y perder grasa.
Según el DSM-5, el manual de diagnóstico de los trastornos mentales, dentro de los criterios para diagnosticar la Dismorfia Muscular está la preocupación por uno o más defectos o imperfecciones percibidas en el aspecto físico que otras personas no observan; la preocupación que la persona presenta le causa un deterioro en el área social, laboral y emocional. Este trastorno se da en su mayoría en hombres de entre 18 y 35 años de edad, pero las mujeres también pueden padecerla.
La clave para entender este trastorno y poderlo diferenciar de alguien que desee aumentar músculo, disminuir grasa o se dedica a la halterofilia o el físico culturismo, es precisamente porque en este padecimiento la persona no percibe sus logros, no alcanza a sentir que ya progresó lo suficiente, nada lo satisface. La cantidad y el tiempo que dedican al ejercicio, tanto hacerlo o pensar en hacerlo, entorpece e interfiere de manera negativa en su vida social, laboral, académica e incluso familiar y de pareja. Son personas que al presentar una imagen corporal alterada, se creen más débiles o delgadas de lo que son, y como lo mencionamos antes, con frecuencia además tienen conductas de la alimentación incorrectas como la restricción, o incluso consumo de sustancias o fármacos peligrosos para la salud.
Debemos resaltar que aunque este problema se ha incrementado en los últimos años, no está muy bien documentada su incidencia porque hay muchas personas que lo padecen y no han sido diagnosticadas ni tratadas.
Para entender aún más cómo es que muchos podrían hoy en día caer en el trastorno de la vigorexia y “esconderse” detrás del ejercicio, vemos cómo es tan normal la asociación de un cuerpo musculoso con el éxito social; esto hace que algunas personas crean que es fácil tener un cuerpo así y comienzan a ir al gimnasio, pero se dan cuenta que no es tan fácil de conseguirlo como pensaban; eso es lo que hace que puedan intentar con frecuencia el uso de productos dañinos pensando que de manera más fácil o rápida obtendrán ese cuerpo deseado, o al menos los animará a entrenar todo el tiempo necesario para lograr su objetivo. ¿El problema? El objetivo generalmente es excesivo o poco realista .
Por otro lado, el deseo por tener un cuerpo “perfecto” no es una explicación suficiente, porque no todas las personas que hacen ejercicio terminan presentando vigorexia; hay muchas personas que hacen mucho ejercicio, toman suplementos de proteína, o practican halterofilia que no desarrollan este trastorno. Un factor común en la vigorexia es la baja autoestima; el hacer ejercicio es bien visto socialmente y hay admiración y reconocimiento para quienes acuden al gimnasio; este reconocimiento puede ser muy satisfactorio para la persona con vigorexia debido a su problema de baja autoestima y puede hacer que el trastorno se mantenga o incluso se agrave.
Entonces podemos ver que la diferencia entre vigorexia y un nivel alto de actividad física es claro: la persona con el trastorno hace todo el ejercicio que cree necesario, pero siente que nada es suficiente, es decir, no aparece un reforzamiento positivo sino uno negativo. La persona nunca quiere dejar de hacer ejercicio porque no es capaz de percibir sus logros. Por otro lado, las personas que no presentan este trastorno entienden cuando ya hicieron suficiente y sienten algún tipo de satisfacción o de logro. La vigorexia no sólo afecta la salud física de la persona que la padece, sino que permea en todas las áreas de su vida.
Es muy importante trabajar en prevenir este padecimiento, o al menos lograr detectar lo antes posible – desde edades tempranas como la adolescencia – para poder intervenir a tiempo. Para el diagnóstico y tratamiento de la vigorexia se requiere de un profesional de la salud del área de la psicología y la psiquiatría. Es importante no temerle a la ayuda en el ámbito de la salud mental ya que hoy en día está la ciencia muy avanzada y al final una detección a tiempo con un tratamiento adecuado, pueden hacer la diferencia en las vidas de las personas.
FUENTES:
http://journals.iztacala.unam.mx/index.php/amta/article/viewFile/252/281
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